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El deseo

El deseo

Ya ni sabía desde cuándo. En realidad, llevaba toda la vida contemplando cada final de disfraces -furtivamente- desde el faro que descubrió en sus juegos de infancia, frente al escenario. Solía pasar allí toda esa noche haciendo bocetos de los trajes que más le gustaban y después profundizaba en ellos. Estaban llenos de detalles repensados y estratégicamente colocados que en realidad eran invisibles desde aquella distancia, pero se veían muy claros en su cabeza.

«El traje es una compilación de todos los que deslumbraron en cada concurso y hoy, por fin, lo tenemos aquí. Les presentamos la fantasía de este gran diseñador, que luce nuestra última candidata…»

Entonces le invadió el pánico, por dudar que la gente pudiera apreciar desde lejos los detalles maravillosos de su obra y por eso no la valoraran como debían. Miró el traje que tenía en las manos y pensó que lo mejor era quemarlo y alejar aquel sueño enfermizo para siempre.

Lo consiguió. En el mismo periódico que dedicaba dos páginas completas al Entierro de la sardina, en una esquinita de la sección de Sucesos, un titular decía: «Fallece una persona en el incendio del faro».