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Exequias nocturnas

Exequias nocturnas

El trabajo no nos permitió llegar antes, pero aún no había cerrado. Esquivamos bien a los encargados del camposanto, entretenidos como estaban en decirle a la gente que abandonaran el lugar, «que iban a cerrar». No tardamos en llegar con nuestras ofrendas al panteón familiar. Quitamos todas las flores pochas y pusimos las nuevas, cumpliendo así con un día tan señalado que ya se convertía en la noche del Día de Todos los Santos. Mientras nos dirigíamos a la salida vimos que aún quedaba mucha gente dentro con flores en las manos. Por eso nos sorprendió tanto encontrar el recinto cerrado y nadie que nos abriera, por mucho que golpeáramos la puerta gritando. No nos quedó más remedio que saltar el muro con esfuerzo. Nos dirigimos al bar de enfrente, donde encontramos a dos trabajadores del cementerio. Ante nuestra recriminación y aviso de que había gente dentro, les obligamos a localizar al que tenía la llave y abrir. «¡Nadie!», aseguraban, mientras lo comprobábamos juntos. Nos moríamos de vergüenza y miedo.

- Despierta, Pedro, tenemos que ir al cementerio antes de ir trabajar: a la salida va a estar cerrado…