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Lo bueno y lo malo

Lo bueno y lo malo

 

Ingresaron al padre y quedó solo para afrontar las tareas de la granja. Al principio, no se creyó capaz de hacerlo sin el viejo; pero, poco a poco, se dio cuenta que podía, incluso pensó que lo tenía todo aprendido y hasta le daba tiempo a visitarlo cada día.

En una ocasión, le trasladó la mala noticia: El macho se había perdido, no lo veía desde hacía dos días. «Bueno, igual eso no es tan malo», dijo el enfermo proclamando su opinión. Por supuesto, él no lo entendía así.

Al día siguiente le contó que había regresado con una cabra salvaje. «Hum, eso no sé si eso es bueno o malo», expresó inmediatamente el viejo. Su hijo no le quería discutir, pero seguía sin entender esas opiniones. Él pensaba que aquello era fantástico.

Intentó ordeñar aquella cabra, como hacía con las de la granja, y terminó por alcanzar una coz que lo derribó del asiento, le hundió una costilla y se fracturó un tobillo. Así que ahora, con la pierna escayolada y la necesidad de muletas, tenía que afrontar los mismos trabajos que antes.

Por eso tardó en volver a ver a su padre. Pero, cuando pudo hacerlo, se volvió a llevar una sorpresa con la respuesta cuando entró afirmando: «Mira, qué mala suerte…». El viejo solo le dijo: «Las cosas no se saben si son buenas o malas, solo ocurren y hay que cogerlas como vienen».

Justo al día siguiente, cuando acababa de amarrar a la guanila con intención de intentar ordeñarla otra vez, apareció una patrulla de reclutamiento que se llevaba a los jóvenes de la zona desde hacía semanas. Enseguida, desde la distancia, valoraron que el chico no interesaba, cojo y torpe como se le veía. Se acercaron para requerirle aquella cabra con la que alimentar la tropa; y se la llevaron sin encontrar resistencia alguna por parte del joven granjero. Solo entonces comprendió la sabiduría que, en cada encuentro, le transmitía su padre desde la cama del hospital.