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Los Reyes

Los Reyes

 

Los Reyes


 

El país de Los Reyes estaba habitado por unos seres azules muy pequeñitos. Todos se conocían y fingían que se respetaban. Entre ellos había una reina de Corazones, muy cariñosa; un rey Impertinente, siempre enfadado; un rey Cazador de Elefantes, que iba por ahí con una escopeta que todos dudaban que hubiera utilizado alguna vez, y así el común de los habitantes del lugar.

El rey Gracioso tenía un palacio compuesto por media docena de setas. En una de ellas vivía su hija, que era reina de Belleza y andaba siempre con la cabeza llena de “ideas raras”. Era muy presumida, pero últimamente estaba algo triste: su padre pretendía casarla con algún joven rey que aportara por lo menos dos o tres setas a su castillo, para engrandecer el poder de la familia. A la chica la pretendía el rey Vigoréxico: un atleta que hacía ejercicio todo el día y tenía el cuerpo de un azul deslumbrante, casi artificial; se decía que podría ser fruto de tomar extrañas sustancias recolectadas en el bosque, aunque él lo negaba.

La bella joven soñaba desde pequeña con un príncipe rojo y, ahora, en edad de casarse y formar familia, buscaba un rey Rojo aunque -discretamente- lo callara. En realidad, con mucha frecuencia pensaba que aquello era imposible, como todo el mundo decía.

Pero un día, se manifestaba el rey Obrero por fuera de las setas del rey Vago. Era impresionante ver a la unidad obrera gritando verdades al explotador. En la cara del trabajador se reflejaba rabia, razón, la fuerza de su verdad y otros sentimientos que convertían su azul natural en un color casi morado, muy cercano al rojo que la joven ansiaba. Se quedó como hipnotizada, observando sus brazos fuertes, sus manos curtidas, aquel color sin nombre que por momentos intentó calificar como bermellón, carmín, borgoña… no se atrevía a concretar. La chica quedó prendada del valiente joven y él reparó en su dulzura, inteligencia y belleza.

Convenció a su padre de que el Obrero era el rey Rojo y, aunque le costó lo suyo y cueste creerlo, el rey Vago les apoyó. Así, el trabajador del que se enamoró la reina Belleza pasó a ser el rey Rojo y se enlazaron para crear una nueva estirpe en el país de Los Reyes.

Su familia superó la decadencia de las monarquías; porque estaba claro que los reyes nunca fueron autosuficientes, y en la medida que conseguían mantenerse solos perdían su condición y adoptaban otra forma más terrenal y real que les despojaba de sus coronas.

La belleza de la chica se marchitó con el paso del tiempo, pero sobrevivían su inteligencia y dulzura. El obrero volvió a serlo sin demasiado esfuerzo, porque ahora trabajaba solo para él y su familia.

Y, como no podía ser de otra manera, fueron felices y comieron.