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Paja

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Los inquisidores se implantaron en Canarias con intención de frenar las herejías aborígenes que se mantenían a la sombra de Magec. Entonces, la espiritualidad de los nativos les mantuvo unidos y estas creencias suponían una acción patriótica de rebeldía ante el invasor europeo.

Sin embargo, aquel integrismo cristiano que operó en el Archipiélago durante los siglos XVI y XVIII no consiguió frenar del todo unas creencias religiosas que se adosaban encubiertamente a las de los extranjeros para quedarse en el tiempo. A pesar de eso, los cristianos llevaron a la hoguera a una docena de personas.

Para los españoles, "ser acusado de herejía suponía ser la vergüenza de la sociedad". Por eso, aparecer en las listas de herejes que se colocaban en las puertas de las iglesias significaba un asesinato social solo por practicar otra religión, o quienes poseían distintos conocimientos a los aceptados por los cristianos.

Entre los alzados de Gran Canaria (Tamarán) destacaba Ventohey. El guerrero era considerado un amusnau por los suyos, no solo por su pericia en la batalla sino por toda la sabiduría que acumulaba. Ventohey aprendió desde muy joven a callar antes de responder y tomarse un tiempo para reflexionar: aprendió a no decir todo lo que pensaba y pensar bien todo lo que decía, y así se convirtió en el líder sabio.

Los suyos causaban estragos, cuando bajaban de noche a tropel sobre las propiedades de los invasores asentados en la Isla. Les quemaban cosechas y les robaban ganado, además de causarles ocasionalmente alguna baja.

Ventohey había tejido una red entre los esclavos y sus seguidores que les informaban de movimientos de ganados y tropas extranjeras. Su poder para moverse rápido por el terreno y gran capacidad de persuasión, había conseguido que se pusiera un alto precio a su cabeza. Una filtración entre sus colaboradores propició que el ejército invasor pudiera localizar al temible grupo de alzados y tenderle una emboscada fatal. Sin embargo, no consiguieron apresar a su líder.

Meses después, cuando dieron por bueno el rumor de que el dirigente de la resistencia nativa había conseguido huir al Continente, la inquisición tomó medidas. Una efigie de paja (intentando imitar los rasgos de Ventohey) sufrió el castigo de las llamas ante el Real de Las Palmas para escarnio público e intimidación de la población local.

Dice la leyenda que Ventohey fue reconocido como un gran guerrero en la Tafasca, y que murió de viejo en una pobre jaima en la costa, desde la que contemplaba las cumbres de Canarias.

Según los archivos de la inquisición, de las cerca de 2500 personas encauzadas en Canarias, el único aborigen quemado en la hoguera fue Ventohey o  ̶ mejor dicho ̶  su imagen hecha en paja.