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Voces

Voces

«Ese loro no sabe hablar», afirmaban. Así que terminaron por regalárselo a una prima que vivía sola; pero que se levantaba con cantos y jolgorios y trabajaba todo el tiempo su estado de aparente felicidad. En la misma jaula y con la misma comida, cuando la visitaron los antiguos propietarios, el loro dijo: «No me alcanzan las alas para taparme ojos y orejas», y retomó su acostumbrado silencio el resto del tiempo que estuvieron allí. Asombrados, al final, dudaban si de verdad había dicho algo o fueron solo sonidos a los que ellos mismos le dieron sentido. La prima les confirmó: «No, no habla mucho: a veces canta, pero hablar, hablar…».