Invocó a Magec para que destacase
siete estrellas sobre el azul celeste,
rogando para que las pariese verdes
y así su brillo de esperanza, llegase
a lo más profundo de los corazones
del pueblo guanche.
Desde la playa, imploró al Gran Echeyde
para que sostuviera, fuerte, a Guayota;
y que su rabia no alcanzase la simiente
plantada para ser alimento y gloria,
vida y sostén de mujeres y hombres
de patria grande.
«¡Ach amán, llora el agua que necesite
para conseguir abrevar el ganado,
sin tener que quitar de labios humanos
gota alguna de tu líquido sagrado!»
Pidió gritándole.
Y la huerta fue en verdad patria fértil;
y ardió la lava que recorre las venas
de los alzados: seres libres durmientes,
hijos de Canarias, de los que alimenta
la madre guanche.