Contenedor

En agradecimiento a Ana, un relato real

Ana es una filóloga tinerfeña que ha llevado a cabo una actividad docente como maestra de lengua en diferentes institutos de la Isla. Su admiración por el lenguaje no se limita al ámbito profesional, sino que –muy lejos de eso- nuestra filóloga arrastra esa afición a cualquier rincón de su vida, lo que –sin duda- debe admitir.

No le gusta, no asume, el protagonismo que tiene en la vida de otras personas; pero cuando se mueve en su espacio literario aporta constantemente regalando sabiduría. Esa sabiduría que se alcanza profundizando en el estudio y que se hace sin querer cuando lo que empuja a ello es el placer, el gusto por lo que se estudia.

A raíz de sus cursos de creación literaria, o de microrrelatos, se ha conformado a su alrededor un grupo con intereses literarios. Cerca de una decena de personas, hombres y mujeres (dos tercios de féminas) que se encuentran periódicamente para contrastar experiencias con sus creaciones literarias, para comentar algún libro, planificar conjuntamente… siempre con la literatura en el objetivo: pero de la mano de Ana, la filóloga, como apoyo y orientación fundamental. Ahora compartiendo con ella su afición, que bien les ha sabido contagiar.

Sabemos, los que conformamos ese grupo, que Ana es un contenedor de humildad que rebosa con maestría. Es de ese tipo de personas que se puede apreciar por su carácter y que, al mismo tiempo, no se guarda su saber: sino que siempre está dispuesta a compartir con los demás. Pero que tampoco es amante de destacar, aunque destaque, aunque lo merezca. Eso es lo que nos obliga a reconocer su labor y pretender que se conozca más allá de los límites de nuestro grupo y su alumnado, y sus compañeros de trabajo, y sus familiares y amigos: tan allá donde está el lector de este texto.

Organizamos nuestros pequeños eventos, coordinados por Ana, mientras ella da clases en centros escolares y lleva a cabo pequeños talleres. Cada vez nuestro grupo crece más y más en todos los sentidos. Aprendemos unos de otros y de nuestra maestra altruista que disfruta viéndonos progresar.

Los logros de los miembros del grupo no son individuales, los interpretamos siempre como grupales. Y somos conscientes de que este carácter, posiblemente especial, se imprime desde el origen, desde donde está Ana, que una de las cosas más importantes que nos enseñó es que "no se es mejor escritor por publicar".

Independientemente de eso, nuestros microrrelatos han sido seleccionados y publicados en más de medio centenar de antologías de ámbito estatal o internacional; varias veces hemos quedado finalistas en concursos literarios; e, incluso, algunos llegamos a publicar en solitario.

Sea como sea, la primera enseñanza de nuestra gran maestra es que donde haya un lápiz y un folio se rompe la pobreza intelectual, la incapacidad de comunicar, la propia soledad. La literatura, donde la creación nunca se agota y el 99% está aún por llegar, ha pasado a formar parte de nuestras vidas para quedarse hasta el final.

Gracias, Ana