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La niña de Los Rodeos

Ya se cuenta por décadas el tiempo que tiene la leyenda de la niña que se aparece por la noche en el aeropuerto de Los Rodeos, también conocido como Tenerife Norte.

Lo de las decenas de años se puede calcular, ya que la historia original asocia a la niña con los fallecidos en el accidente de 1977. En concreto fueron 583 personas que murieron tras el impacto de dos aviones en la pista, bajo las condiciones clásicas de Los Rodeos, con esa tupida neblina y que, al parecer, por un malentendido entre la torre y los pilotos avanzaron uno contra otro dando lugar a un fuerte impacto entre dos Boeing 747: uno de la holandesa KLM y el otro de la compañía norteamericana Pan Am, un fatídico 27 de marzo.

Lo cierto es que hablamos de un aeropuerto que cierra de noche y cuyas instalaciones son prácticamente abandonadas en ese periodo. Y una leyenda de terror que ha pasado desde aquel entonces a nuestros días de boca en boca, a través de los testigos que afirman haberla visto y suelen ser trabajadores con credibilidad entre la plantilla del aeropuerto.

La empresa de seguridad ha cambiado de nombre varias veces, manteniendo a casi toda la plantilla como es obligado por ley, con las excepciones de despidos objetivos o los que han traído los recortes en los presupuestos estatales para abaratar costes y poder vender aeropuertos −que no han sido pocos− en este cruel proceso de privatización, con la aparejada bajada o desaparición de servicios de la que usuarios y trabajadores de Los Rodeos somos testigos.

Lo cierto es que antes la niña se aparecía con mucha frecuencia, dando fe de ello −como decía− personas que trabajaban en la seguridad privada y hasta guardias civiles. Los únicos que se quedaban dentro cuando las puertas estaban cerradas al público. Aunque siempre se dijo que deberían haber otros servicios de emergencia, como bomberos, ya que en ocasiones especiales operan también servicios médicos de urgencias con aviones o helicópteros.

También es verdad que ahora la plantilla de seguridad nocturna se ha reducido más de un 30% y encontrar un guardia civil es muy difícil, si no sabes donde aparca el coche en que duerme, con lo que es más complicado ver a nadie que no esté autorizado, como la propia niña del aeropuerto. Pues ya no es como antes, cuando se la cruzaban las patrullas por la pista o se les aparecía dentro de la misma terminal continuamente.

Por otro lado, hay trabajadores que afirman haberla visto recientemente. Por fuera de la antigua habitación del médico o botiquín, que los presupuestos han cerrado; por un parquin que está cerca de barrera sur, caminando entre unos vehículos abandonados de la antigua Aena, como ambulancias o de bomberos; por algunas zonas de la terminal que parecen abandonadas, con locales comerciales cerrados. O por lugares restringidos para los usuarios y con cada vez menos oficinas, como donde estaba la tasca de personal que también desapareció, a pesar de que estaba siempre atestada; o esos recovecos del patio de carrillos y la zona aire, donde el número de personas que antes trabajaba también ha decrecido tanto y todo huele a cutre, seguramente, por estar vetado a inspecciones laborales y ser auténticos centros de explotación obrera, donde las condiciones de salubridad nunca se han dado.

Lo cierto es que ahora cuando aparece, según los testigos presenciales, se le ve desconcertada. Ya no conoce aquel aeropuerto prometedor y floreciente que fue el Tenerife Norte del siglo XX. Ahora lo de vagar por esas instalaciones la hace sentirse acorralada, entre tanto desfibrilador amenazante, tan poco personal de seguridad y sin servicio médico, la información cerrada y en manos de gente que se fue a casa y el más incierto futuro que pueda tener cualquier gestión aeronáutica.

Ella aguanta, con una muñeca o peluche en las manos, esperando la vuelta a la vida de un aeropuerto que ya es casi fantasma, embobada por las noches por encontrarse allí cada vez con menos almas.