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Noche en las cumbres

Noche en las cumbres

Fría noche de cumbre africana, enclaustradora y tapada, que bien ocultas tu belleza de compartirla con profanos. Te escondes en la fría humedad del viento, te escondes en intentos vanos de conservar intrínseca la hermosura sin igual, que todos sabemos la mitad del Todo, y muy poco podemos disfrutar.

 

 

Son las de invierno especiales noches, cuando el viento no se presenta; de nitidez oscura pero clara, llenando le tierra de sombras. Sombras de Luna, que se ha convertido en esencial elemento nocturno, y que cuando no impresiona llena, africano es el perfilado aspecto que sirvió de sello a banderas, de tema a mil canciones y de principio de emblemas.

 

Antes de ella fueron estrellas las anunciantes, desde un principio hasta el final, sortijeando brillos de fiesta de carnaval, callando amores y promesas de las parejas que eternamente las utilizaron como testigos de sus engaños.

 

Todo sobre un negro oscuro, impenetrable, que es el alma que la noche cubre, siempre presente, tan sólo limitable allá lejos, en los horizontes, sin que casi nadie se extrañe de su profundidad infinita, su volumen gigante.

 

Les cuento que quise guardar, en una botella, un pedacito de la tempestuosa noche, con intención de disfrutar de ella calmadamente. Y así lo hice, portando el tesoro hasta mi refugio solemne, donde llegué ya algo cansino de luchar con la intemperie, y me encerré llenándome de suspiros, como si tragara la fuerza que emoción contuviese.

 

Cuando más relajado estaba, acabante de encender la luz, se difuminó el hechizo: la noche desapareció. Recuerdo comprobarla llena, de estrellas, algo de luna, y seguro que viento entró, mas entiendo que no me crean y duden de la suerte que tuve yo. Pero es mía la experiencia y no hay quien me quite esta ilusión, yo tuve en las manos la Noche, lo que pasa es que se me escapó.

 

(Mayo de 2000)